martes, 16 de diciembre de 2008

Las enfermedades no me hundieron, pero la Xunta sí que me va a hundir

Alicia Gil cuida de sus padres encamados y de su hijo, pero solo cobra por uno, ya que en Vicepresidencia dudan de que pueda atender a tres grandes dependientes.

Autor:
Sara Carreira
Fe
9/12/2008
Las estadísticas nos dicen que el 80% de quienes solicitaron en Galicia el salario del cuidador informal todavía no lo cobran, y aunque las cifras no lo explican, hablan de personas como Alicia Gil. Esta mujer de As Neves tiene tres grandes dependientes en casa: su hijo, con una atrofia muscular espinal; su madre, con alzhéimer desde hace 15 años y que lleva diez encamada, y su padre, también encamado y con demencia senil. La de Alicia es una de las tantas historias de una Administración inhumana, ridícula y por momentos esperpéntica.
Alicia presentó los papeles para cobrar el salario como cuidador informal de sus tres parientes el mismo día, en mayo del 2007. Un año y siete meses después solo recibe 346 euros por su hijo.
En Vicepresidencia le dijeron que no tenían muy claro que ella pudiese atender a tres dependientes: «Son mis padres y mi hijo. ¿Qué quieren, que los tire a la calle...?». Alicia no podía creer lo que le decían: «Ni que yo fuese por la calle recogiendo gente... Lo que tengo claro es que no quiero que nadie les cuide. Mi madre lleva diez años encamada y no tiene ni una sola llaga, ni una... le coloco cada día sus siete almohadas, y otras ocho a mi padre, para que estén cómodos [...]. Ellos no me dan trabajo ninguno porque ni se mueven ni se quejan, aunque para que mi madre coma tengo que estar mucho rato, claro, porque si la cuchara le toca la boca la cierra y no hay quien le haga tragar nada». «¿Que no puedo cuidar a tres personas? -repite-. Hace cuatro años atendía a mi padre y a un hermano suyo, a mi suegra y a mi cuñado, que era parapléjico. En esa época mi hermana, que vivía en Murcia, se había llevado a mi madre para quitarme trabajo... pero mi hermana se murió hace cuatro años, a los 54, de un aneurisma».
¿Para qué quiere las pagas?: «Con ese dinero puedo contratar a alguien que limpie mi casa, que está manga por hombro, ¿pero para qué quiero que venga una persona a mover una hora a mi padre, si en cuanto se vaya por la puerta se va a orinar y lo tengo que mudar yo?».
Las quejas no pueden ser más sensatas: «Todo el día hablando de que el cuidador necesita esto, lo otro.... ¡pero después nos marean con los papeles y parece que o les intentamos engañar o estamos pidiendo limosna!».
Los expertos dicen que la felicidad es un estado íntimamente relacionado con las expectativas. Si estas se cumplen, uno puede ser feliz en condiciones difíciles -«yo no me quejo de mi vida, eran los míos y me necesitaban, y por eso los atendí», reflexiona Alicia- pero lo peor es cuando la realidad dista mucho de lo que se espera: «Cuando salió la ley pensaba que era maravilloso que alguien se acordase de mí, pero llevo año y medio peleando para nada. Las enfermedades no me hundieron, pero la Xunta sí que me va a hundir».

Fuente:
http://www.lavozdegalicia.es/