lunes, 20 de agosto de 2007

¿ver para creer!........despido de Marcela Contreras por estar enferma.


Las marcas en el cuello podrían ser huellas de la soga que Marcela Contreras sintió alrededor de la garganta el día en que su jefe le dijo que ella ya no podía trabajar más allí. Pero no. Son manchas de una enfermedad. Esa que, según afirma, le hizo perder su lugar de trabajo después de 16 años.

En el Congreso de la Nación, el lugar donde hace casi 20 años se sancionó la ley contra la discriminación, una mujer denuncia haber sido discriminada: Contreras cuenta que la desplazaron de su puesto como empleada de la División de Personal de la Dirección de Servicios Generales, alegando razones de "presencia".

Las palabras todavía resuenan en la cabeza de Contreras. "Por tu presencia... no tenés buen aspecto... por tu presencia", repite la mujer, de 36 años, mientras recuerda la respuesta que le dieron cuando, el 25 de abril pasado, preguntó por qué le estaban diciendo que no se presente más a trabajar.

Y, con cada recuerdo, un llanto acongojado, de esos que entrecortan la voz y contagian. "Sentí que me estaban matando. En cinco minutos me destruyeron. Me dejaron tirada en la calle, desnuda, golpeada. Me discriminaron por una enfermedad que yo no busqué tener", sentencia, desesperada.

Y retoma: "Cada vez que lo cuento siento que ellos me lo están diciendo, una y otra vez".

Los denunciados

"Ellos" son el director de Servicios Generales, Hugo Santos Suárez; el jefe del Departamento de Personal, Guillermo Olivieri, y el secretario privado del director, Alejandro Zumbo, hoy denunciados por Contreras ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi).

Ellos también son los que, según afirma Contreras, tomaron la decisión y le comunicaron que, después de 16 años, dejaba de prestar servicio en esa Dirección. Se lo informó Olivieri por orden de Santos Suárez, que no quiso atenderla, y la razón se la dio Zumbo, según cuenta, después de hacerla esperar 30 minutos.

Santos Suárez justificó su decisión: "Necesitaba hacer un reordenamiento y dispuse trasladarla a la oficina de Expedición, donde faltaba una persona para la tarde. No tendría ni que explicarlo", dijo y agregó: "Jamás haría algo así. No entiendo por qué dice esto".

En enero del año pasado, estando de vacaciones, a Contreras le detectaron lupus eritematoso discoide, una enfermedad crónica y no contagiosa que afecta sólo la piel, con tumoraciones redondeadas, descamación, cicatrización y pérdida de cabello en las áreas afectadas.

Por causas que aún se desconocen, el sistema inmunológico pierde su habilidad para distinguir entre las sustancias extrañas y sus propias células, y fabrica anticuerpos dirigidos contra el propio cuerpo. Hoy es controlable en la mayoría de los casos.

Contreras revela que es una enfermedad cruel. Las manchas duelen y pican y, por los medicamentos, la cara y las manos se hinchan.

Cuando se reintegró al trabajo, informó sobre su estado. En ese momento, su aspecto físico no se encontraba tan desmejorado: tenía pelo y sólo unas pocas manchas en zonas menos visibles.

En los meses que siguieron, su apariencia fue deteriorándose lentamente hasta quedar totalmente calva. El trato de algunos también se fue deteriorando. "El director ya no me saludaba y los comentarios me hacían sentir pésima", menciona, entristecida, pero sin bajar nunca la mirada.

-¿Qué tipo de comentarios le hacían?

-Me decían que estaba cada día más fea, más horrible. Una vez, después de faltar por una bronquitis, uno de ellos me dijo que me cambiarían por una rubia de 1,80 y de medidas 90-60-90.

La mirada de Contreras transmite angustia e impotencia.

-¿Qué sintió cuando le dijeron que dejaba de prestar servicios por su presencia?

- Sentí una puñalada acá (se señala el pecho) y una soga acá (envuelve su cuello con las manos). Por el estrés, me broté y me hinché toda. Estuve diez días en cama. No podía cepillarme los dientes sola, me tenían que ayudar para bañarme y para vestirme. Fue muy difícil.

Contreras llora. Otra vez.

Toma agua en pequeños sorbos, y sigue hablando: "Después me enteré de que me querían mandar al sector de Expedición, en unos sótanos. ¿Cómo pueden ser tan malos, tan crueles?"

-¿Cómo está hoy?

-Brotada, dolorida y muy cansada. Pero desde que empecé a hablar me siento bien. Antes el miedo era enorme, ahora es más chico.

Contreras se emociona y hace una pausa. Respira hondo y continúa.

"Quiero calidad de vida, que hoy no tengo. Quiero que esto no le pase a nadie más y, menos, en el lugar donde se hacen las leyes."

Por Nathalie Kantt
De la Redacción de LA NACION