CAMPUS visita Finlandia para desentrañar las claves que hacen de su sistema educativo uno de los más eficaces del mundo. Los profesores del país nórdico, queridos y respetados en la comunidad, muestran con orgullo sus aulas, en las que todos parecen encontrar su lugar.
EDUARDO SUÁREZ
«Así son las escuelas finlandesas: uno ve una y las ha visto todas». Lo dice con orgullo Anna Mikkonen, vicedirectora del colegio Kilonpuisto de Espoo, ciudad dormitorio a las afueras de Helsinki. Y, a juzgar por lo que hay esta mañana a su alrededor, uno desea que la frase sea cierta. No sólo por los recursos a la vista -todas las aulas tienen proyector, ordenador, conexión a internet y encerado inteligente- sino por la filosofía del centro.
Kilonpuisto acoge en sus aulas a chicos entre los 13 y los 18 años y entre sus especialidades está la atención a alumnos autistas. «El ayuntamiento les paga cada mañana el taxi», explica Mikkonen, «y están en clases de cinco con un profesor y cuatro auxiliares. Aquí comen y tienen actividades durante todo el día. Y por la tarde de nuevo un taxi les deja en su casa».
El episodio define como pocos el ideario educativo del país nórdico, empeñado en que ningún niño se quede atrás. El del autismo es un caso extremo de una filosofía que se aplica con cada alumno en la cotidianidad y se traduce en personal de apoyo -un psicólogo y una enfermera en cada centro-, contacto permanente con los padres -casi siempre por correo electrónico- y clases donde los alumnos menos inteligentes disponen de tiempo extra para cotejar sus dudas con el profesor.
No hay escuelas privadas y los colegios están obligados a acoger a cualquier niño que solicite plaza y a proveer un profesor de religión o de lengua extranjera si más de dos alumnos lo solicitan. Son rasgos que dejan entrever por qué Finlandia es el país del mundo donde hay menos diferencia entre los mejores y los peores alumnos y por qué el porcentaje de fracaso escolar es tan reducido.
Son datos que reafirman el liderazgo educativo finlandés, certificado cada tres años por el informe PISA de la OCDE que dice que sus alumnos son los mejor preparados del mundo en matemáticas, habilidades verbales y ciencias de la naturaleza.
Una circunstancia que hace que cientos de expertos vuelen aquí cada año en busca de recetas para mejorar sus escuelas y sus institutos. «Si tuviera que elegir un factor», dice el ministro de Economía, Jyrki Katainen, «diría el perfil de los profesores. Todos tienen una carrera universitaria y un máster específico sobre cómo enseñar». La formación del profesorado es uno de los factores clave del éxito finlandés.
No es producto sólo de la inversión del Estado ni de los sueldos -entre 2.200 y 3.500 euros al mes, no demasiado altos-. Quizá influya sobre todo el propio prestigio de la profesión. En Finlandia a los maestros se les respeta y quizá por ello cada vez que se abre un colegio hay más solicitudes que puestos.
Eso y las vacaciones, claro, como en España. «En mi época se decía que había tres razones para hacerse maestra», recuerda con sorna la presidenta finlandesa, Tarja Halonen, «junio, julio y agosto».
Lo primero que llama la atención del sistema educativo finlandés son detalles inesperados de laxitud. Los maestros, por ejemplo, apenas ponen deberes. «Media hora para los alumnos entre siete y 10 años y no más de una hora para el resto», calcula Anneli Rantiainen, directora de la escuela de Primaria de Kulosaari. «Preferimos que los niños trabajen aquí y aprendan unos de otros».
Tampoco se puede decir que el Estado se dé prisa por reclutar a los niños: no pisan las aulas hasta los siete años. Las autoridades prefieren dar facilidades a las madres y financiar una red de guarderías de calidad.
Llama la atención también la descentralización. Las escuelas dependen de los ayuntamientos, que las gestionan, contratan al profesorado y ponen y quitan al director, cuya autoridad es casi dictatorial. La descentralización influye de alguna manera en la forma de educar. Ni teórica ni memorística. Centrada en el entorno de los niños y en el medioambiente.
Hay un último detalle que llamará la atención de los profesores españoles. En Finlandia no hay inspección. Los colegios nunca reciben visitas del Ministerio.
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UNIVERSIDADES EXCELENTES PERO POR DEBAJO DE LAS EXPECTATIVAS
EMILIA LANDALUCE
En los últimos años Finlandia puede presumir de encabezar la mayoría de las estadísticas positivas del Informe Pisa. Sin embargo, en el último ránking de las 500 mejores universidades del mundo, sólo figuran seis instituciones finlandesas -España cuenta con nueve-. Lo que podría parecer un auténtico jarro de agua fría sobre las virtudes del laureado sistema educativo, no es sino reflejo de la demografía del país nórdico. Finlandia sólo cuenta con 20 universidades. Una de ellas, la de Helsinki, es uno de los 100 mejores centros de enseñanza superior del mundo. Todas las universidades están gestionadas por el Estado. Al igual que los colegios, no supone coste alguno para los alumnos. Incluso la matrícula de inscripción es totalmente gratuita.
«Pero eso es un fallo porque en muchos casos, los estudiantes se eternizan en sus estudios. Pero no por falta de interés, sino porque trabajan al mismo tiempo. Hay un alto porcentaje de estudiantes de 30 años», opina Marti Pärssinen, catedrático de Arqueología en la Universidad de Helsinki y director del Instituto Iberoamericano de Finlandia. Por otro lado, según Pärssinen, si el país no consigue colocar más universidades entre las 100 primeras es por la propia idiosincrasia del sistema finlandés que no casa con los criterios del ránking. En primer lugar, las titulaciones prácticas, y las teóricas se imparten en centros totalmente independientes. Es decir: las ingenierías se enseñan en las llamados centros politécnicos, mientras que Filosofía u otras ciencias teóricas se imparten en lo que se denominan universidades, lo que dispersa mucho la capacidad de los profesores para mostrar sus logros en número de publicaciones, investigaciones... Las licenciaturas de las 'universidades' tienen una duración de entre tres y cuatro años, mientras que las de las politécnicas llegan a durar cinco. Luego ambos pueden decantarse por la realización de un máster -aunque en el caso de los alumnos de las politécnicas tienen que realizar un curso preparatorio- y un doctorado.
Como estudiante y docente en algunas de las mejores universidades -Cambridge, Oxford, Sorbonne- Pärssinen conoce bien las virtudes de los diferentes sistemas de Educación Superior. «Creo que en efecto el sistema norteamericano es el más eficaz porque trata de atraer a los mejores. A no ser que se tenga una beca, resultan muy caras pero por eso creo que los alumnos se esfuerzan y compiten».
¿Qué opina de las universidades finlandesas? «Son estupendas, pero también porque el sistema escolar es excelente, y los que llegan son siempre buenos. El sistema escolar es la base. Brasil, por ejemplo tiene muy buenas universidades, pero la base es mala, y eso es siempre un factor diferencial».
Fuente:
http://www.elmundo.es/suplementos/campus/2008/527/1224626420.html