La tetrapléjica riojana Olga Bejano pide que se mejore su asistencia sanitaria
Mantuvo correspondencia con Ramón Sampedro, a quien propuso que luchara por vivir
«Que Dios sea el que elija mi día y mi hora», dice Olga Bejano a través de Belinda, su enfermera, su amiga, sus ojos, sus manos, su voz, cómplice y secretaria. Mientras tanto, Olga quiere vivir dignamente el tiempo que le queda de vida. Sin embargo, para ello necesita a alguien más que a Belinda, que le atiende en su casa unas horas al día, excepto sábados, domingos y festivos. Necesita atención sanitaria las 24 horas al día. Por ese motivo se ha decidido a conceder una entrevista.
EUROPA PRESS./LOGROÑ O
Olga Bejano, que en la actualidad tiene 41 años.
«Nunca diré sí o no a la eutanasia, daré testimonio con mi vida»
La historia de Olga, de 41 años, los últimos 17 en silla de ruedas, es la historia de una mujer con coraje. «A los 13 años fui operada de una sencilla apendicitis, y parece que la anestesia afectó al bulbo raquídeo y al sistema nervioso central, y poco a poco se han ido paralizando mis músculos», explica a través de signos, garabateados en un cuaderno y legibles en un principio sólo por Belinda, que más tarde se hacen claros para los demás.
En su historia hay un paréntesis, desde la operación hasta 1987, en el que un coma profundo le abocó a su actual situación. Esta riojana estudió Decoración, trabajó como fotógrafo y también se enamoró. Olga mira al pasado, pero sólo de reojo, porque enfrente está el futuro y los proyectos que bullen en su cabeza. «Los médicos no creían que pudiera salir del coma, pero para llevar la contraria salí, y, si quieres, un poco más lista que antes», ironiza.
Olga, que atropella su escritura en un cuaderno porque la cabeza le va muy deprisa, es clara. «Soy una enferma de UCI. No puedo ir a vivir a ningún tipo de residencia. Sólo puedo vivir en una UCI o en mi casa, pero con la ayuda necesaria», puntualiza, enorgulleciéndose de haber sido nombrada Riojana del Año en 1998.
En la ayuda está la clave de su problema. Belinda -«mis ojos, mis manos, mis pies, mi voz, mi amiga, mi cómplice»- sólo cubre un turno de 7 horas y media. El resto del día, es su madre la que la atiende. Antes, su padre, fallecido en el 2003, suplía las carencias. Ahora, su madre, desbordada, no es capaz de tapar las deficiencias. «Sin ir más lejos, hace dos semanas se rompió el respirador artificial al que estoy conectada y mi madre 'sudó tinta' para cambiarlo ella sola. Anoche se fue la luz tres horas y no sabes los apuros que pasamos, cuando estamos sin la enfermera. En una UCI sería llevarme al matadero porque hay bacterias que me matarían, por eso los médicos no me quieren ingresar, pero en mi casa no tengo la ayuda que necesito», enfatiza.
Olga asegura que se debería elaborar una ley para los enfermos de UCI, aunque reconoce que romper moldes es difícil. «En Holanda el que pide ayuda para morir la tiene, y el que pide ayuda para vivir la tiene. Allí nadie discute, pero en España el que pide ayuda para morir no la tiene, y el que pide ayuda para vivir, como yo, tampoco la tiene", subraya.